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martes, 30 de marzo de 2010

THE SECT (parte 3)

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Cap 5
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Bajamos del automóvil y semiocultos en la maleza que bordeaba el camino nos fuimos aproximando a la entrada de lo que observamos, parecía ser una enorme abadía en medio de una espesa arboleda. De manera sigilosa nos acercamos a las rejas de la entrada y vimos que las mismas yacían atadas por cadenas y un pesado candado.
Era imposible treparlas, por lo que decidimos revisar alguna fisura en los límites de la propiedad. No nos quedó otra alternativa que escalar un grueso y elevado muro de cemento, por lo cual abrí la mochila que cargaba y extraje un soga a la que logré amarrar a los gajos salientes de un árbol que colgaba hacia el exterior. Encaramado al tapial pude subir la mochila con las armas y elevar después a Marian a travez de la maroma.
Ya del otro lado la enorme construcción se erigía imponente ante nuestros ojos en medio de la penumbra.A medida que nos acercábamos a la abadía, pudimos percibir, que una melodía, como de clavicordio se dejaba flotar en el ambiente. Casi pegados contra las paredes deambulamos largos minutos tratando de encontrar una puerta tracera de acceso a la edificación. Una tenue iluminación se percibía a través de los amplios ventanales. Al fin encontramos una puerta de servicio y nos adentramos al interior de esa mole gris.
Los corredores eran inmensos, oscuros y se podía percibir una extraña pesadez en el ambiente. Encontramos unos amplios escalones y comenzamos a transitar por ellos, hasta que terminamos en una especie de palco en el piso superior, de amplios balcones que daban aparentemente a la sala principal de la abadía. Lo que se presentó antes nuestros ojos nos impresionó sobre manera. Aparragados contra las barandas pudimos observar un par de mesadas como si de altares se tratase, ubicados en el centro del amplio recinto e iluminados por grandes candelabros.
Cortinas negras se desprendían desde lo alto, pero lo que más nos impresionó fue que en uno de esos altares una joven muchacha semidesnuda se debatía amarrada por fuertes cadenas acostada sobre la gruesa piedra. Cesó la música al tiempo que una enorme puerta se abrió de par en par en un extremo de la sala. Lentamente comenzaron a ingresar por ella numerosas personas vestidas con batones negros y capuchones en sus cabezas.
Pudimos ver como se ordenaban silenciosamente a lo largo del salón en doble fila. Entonces el clavicordio volvió a elevar sus notas en el aire enrarecido, y desde el fondo de la hilera vimos avanzar de manera lenta hacia el centro de la estancia a una figura esbelta y envuelta en una larga capa roja. Desde su capucha le sobresalían dos especies de cuernos similares a los de los machos cabríos y portaba en sus manos una enorme hacha, cuyo metal relampagueaba a la luz amarillenta de las velas.
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Cap 6
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Nuestro estupor seguía en aumento, al ver como se procedía a la realización de ese ritual que se nos antojó sería espantoso y demoníaco. Intenté en vano desde mi celular establecer contacto con el centro policial y solicitar refuerzos, pero era imposible, carecía de señal. Necesitaba salir fuera del edificio. Le pedí a Marian que siguiera atenta a los movimientos de los presentes en el extraño ceremonial y me arrastré hacia uno de los balcones exteriores. Me encaramé a una estrecha cornisa apoyado en la pared, pero una ráfaga de viento me arrojó hacia adelante. Intenté asirme de una de las barandas, pero el movimiento brusco hizo que se me resbalaran las correas de la mochila de las manos y fueran a parar pesadamente al suelo quince metros mas abajo. El terror se apoderó entonces de mi: ¡estábamos desarmados!

(CONTINUARÁ)

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